La diabetes tipo II es considerada por muchos como la epidemia del siglo XXI (sin excluir otras como la obesidad). Este tipo de enfermedades metabólicas están a menudo asociadas a una alimentación inadecuada con un consumo excesivo de azúcares simples y grasas de mala calidad (grasas trans), siendo también el sedentarismo un factor clave en el desarrollo de las mismas.

Tradicionalmente el tratamiento ha consistido en un cambio en la alimentación reduciendo las cantidades de azúcares ingeridos y la inclusión de tratamiento farmacológico. Sin embargo, el ejercicio físico debería ser considerado como una herramienta esencial en el tratamiento complementario de esta patología, ¿pero qué tipo de ejercicio?

En un estudio realizado en 39 personas con diabetes tipo II se evaluó el efecto de 4 meses de entrenamiento de fuerza o de resistencia en variables metabólicas relacionadas con la afectación de esta patología, como son los niveles de glucosa en sangre, hemoglobina glicosilada, insulina y el perfil lipídico. Tras los 4 meses de entrenamiento los resultados muestran como los niveles de hemoglobina glicosilada disminuyeron significativamente solo en el grupo que entrenó la fuerza.

Por otro lado, este grupo también mejoró sus niveles de glucosa sanguínea en un 57% y la resistencia a la insulina, no obteniendo estas mejoras el grupo de entrenamiento de resistencia. Además, mientras que el grupo de entrenamiento de la fuerza vio mejorado también su perfil lipídico (niveles de colesterol y triglicéridos) el grupo de resistencia no sufrió cambios. Ambos grupos mejoraron su condición física y el porcentaje de grasa corporal.

El entrenamiento de fuerza, y en concreto el aumento de masa muscular, produce una mejora en los mecanismos de regulación de los niveles de glucosa sanguínea. En el músculo se encuentran unos receptores denominados GLUT4 que se encargan de transportar la glucosa desde el espacio sanguíneo hacia dentro de la célula. El ejercicio físico produce un aumento en la captación de glucosa por la producción de insulina, y si además aumentamos nuestra masa muscular estaremos aumentando la cantidad de receptores de glucosa (GLUT4), aumentando la sensibilidad a la insulina y disminuyendo los niveles de glucosa sanguínea.

Por lo tanto, además de realizar cambios en el tipo de alimentación (algo que ya hacen la mayoría de diabéticos), incluir ejercicio físico debería ser una herramienta esencial para el tratamiento de la diabetes. Una planificación adecuada del entrenamiento buscando aumentar la masa muscular sería la estrategia a seguir con este tipo de población, habiéndose visto como la inclusión de 4 meses de entrenamiento de fuerza mejora los niveles de glucosa sanguínea e incluso permite una reducción en las cantidades de medicación necesarias.

Pedro L. Valenzuela. Investigador doctorando en la Unidad de Fisiología de la Universidad de Alcalá

Share This