antonio_rubioA finales de septiembre o primeros de octubre de 1989 (ya ha llovido), se presentó en el entonces C.P. Juan de Austria un chico imberbe (hoy casi lo sigue siendo), con poco más de 20 años, y me dice que ha visto un anuncio en el Compre Bien de la Avda. Juan de Austria, en el que un grupo de chicas de 8.º de E.G.B. buscan entrenador. Lo primero que le dije era que si sabía dónde se metía y lo que le íbamos a pagar (cero pesetas), y me dijo que lo suponía y que no le importaba. Ese imberbe, al que yo conocía de haber jugado contra él en la liga comarcal que entonces se jugaba en Alcalá y que, además, había hecho conmigo el curso de entrenador, era Antonio Rubio Hermoso, desde… -ni me acuerdo- presidente del Club Baloncesto Juan de Austria – Alcalá.

Ya conocía su bonhomía de cuando jugaba contra él o del curso de entrenadores, pues no debe haber una persona a la que le guste menos meterse en líos, problemas, enredos o follones que él. Afable, pacificador, empático,… así sigue 25 años después.

Aquel infantil femenino del Juan de Austria fue su primer equipo, y desde ese momento se pudo apreciar en Antonio el interés por hacer las cosas bien, su facilidad para conectar con las chicas, con los padres y con el resto de personas que por aquel entonces estábamos en lo que luego fue el ‘Juande’. Siempre con una sonrisa en los labios, con buena disposición, echando más horas de las que tenía el día, llevándose bien con todo el mundo… así era y así sigue siendo. Los modernos dirían: un crack.

Pero él no se quería quedar en una visión reduccionista de lo que era un club deportivo. Aspiraba a más, a mucho más. Y nos fue metiendo en la cabeza que había que romper fronteras, que había que salir de Alcalá y competir con los mejores, y para ello solo hacían falta tres cosas: trabajo, trabajo y más trabajo. Dejar los egos de lado, y unirse en una causa común: crecer como personas y como entidad deportiva.

No sé cómo nos las apañamos pero nos fue llegando gente comprometida con la causa, y que no tenían ninguna relación como exalumnos o exjugadores del Juande. El primero fue José Ramón «Chipi», y luego aterrizaron de la mano de Antonio (ya no recuerdo bien el orden de llegada), Ángel Prieto, Javi Morillo y José Manuel Mateos «Mateo». Todos sucumbieron a sus «encantos», a su capacidad de convicción, a su ductilidad, a su hincar el hombro el primero, a ver como el baloncesto les costaba dinero, aunque a cambio sacaban el orgullo y la satisfacción que da el ver que aquello que vas creando tiene un sentido, y se alcanzan metas cada vez más altas.

Poco a poco fue consiguiendo mejoras en el club. Primero su empeño en que todos tuvieran la misma equipación (algo que hoy día es impensable que no fuera así); luego que los entrenadores trabajaran en unas instalaciones dignas; después pagando cursos de formación (algunos cogieron el curso y volaron); más adelante peleándose con los políticos de la ciudad y reclamando atención; en otros momentos buscando gente para construir una caseta, echar hormigón o poner un tabique (él en primera línea de trabajo); en 1995 inscribirnos en las competiciones de la FBM y comenzar a «sonar» en Madrid; su obsesión por no subir las cuotas de los jugadores y buscar subvenciones allí donde no las había; el partirse la cara detrás de patrocinadores que nos sacaran de la penuria económica para, todo junto, llegar a uno de los momentos clave de nuestro club, y que hace muy pocos años se ha hecho una realidad: pagar a los entrenadores. Es cierto que no es mucho, que no sirve ni para cubrir los gastos del tiempo que dedican a la tarea, pero al menos es una forma de recompensar la preocupación, el interés, el esfuerzo, la dedicación y la, en muchas ocasiones, ingrata labor del entrenador.

Mientras tanto todo eso ha ido sucediendo ¿qué obtuvo a cambio Antonio Rubio? Yo os lo digo: dinero cero, pero sí muchos sinsabores, disgustos, noches dándole vueltas a cómo mejorar algo, paseos, gastos de gasolina llevando y trayendo niños o representado al club, pagar alguna que otra comida o invitación (de su bolsillo, claro), los lógicos reproches de la más que paciente Marga, la bronca del padre que no es capaz de ver más allá de su propia nariz, darse cuenta de que él es el único que se implica a tope con las cosas y a pesar de ello no desanimarse, tener un club ya bien estructurado y sólido y continuar pensando en nuevos proyectos,… Todo eso y mucho más es lo que ha hecho Antonio Rubio en el Juande. Un Juande que es un poco su criatura, su otro Íker, y que solo unos pocos son capaces de reconocerle, quizá los más cercanos, los que le han visto desvivirse por esto que ahora aglutina a más de 40 equipos y 500 personas, y que no saben que detrás de todo eso hay una larga travesía en el desierto de 25 años, con un gran protagonista: Antonio Rubio Hermoso.

Un placer, amigo.

P.D. Por mucho menos a algunos les dieron el Premio Cervantes al deporte. ¡País!

Fdo: Antonio Suarez

Share This